5,6, De la visión, a la idea. El sr. notario. (1906/1909)  

5,6, DE LA VISIÓN, A LA IDEA. EL SR. NOTARIO. (1906/1909)

 

Con sus 530.000 hectáreas,  la Vega de Granada constituye el centro clave de la economía granadina; en ella se han cultivado como elemento esencial, desde la época musulmana, plantas industriales: cáñamos y lino. Estos cultivos, base de una industria textil, decayeron por falta de estercolado y de mecanización. Tras una decadencia, el cultivo de la remolacha azucarera motivado por la pérdida de Cuba, inició una etapa optimista en la agricultura granadina entre 1884 y 1904.

                Buena parte del capital llegaba repatriado de las Antillas. La misma ciudad inició su ensanche cuando levantó la Gran Vía de Colón; que llamaban la “Avenida del Azucar”

                La construcción de la gran arteria se alargó hasta 1918. Blas  Infante, al tiempo que se asombraba con los palacios  alhambreños y las casas moriscas del Albaicín, se sentiría confuso y perplejo con los derribos de los viejos tesoros urbanos en nombre de un progreso de piquetas irresponsables.

                El nacimiento de la electricidad consigue la transformación de los transportes urbanos en la ciudad de Granada. En 1904 comienza a funcionar la primera línea de tranvías eléctricos de Granada. “plaza Nueva-La Bomba”. Por si faltaba algo, en las casas de pisos de la Gran Vía, con una audacia arriesgada, trepaban y descendían unos aparatos llegados del mundo de los más atrevidos dioses. Eran llamados Ascensores.

En contraste con esta situación de progreso en Granada en La Andalucia de los comienzos de siglo se sufría una crisis sin precedentes agravada por una sequia terrible. El hambre andaluza llegó al escándalo internacional.

                Azorín, cronista del periódico de la época “el imparcial” describe el ambiente a través de gente a la que sonsaca: “Pedro ha callado otro breve momento. Hoy ha replicado: no tenemos jornal. Estos propietarios de Lebrija dan diariamente a cada jornalero sesenta céntimos. Con estos sesenta céntimos ya supondrá usted que no podemos pasar; con estos sesenta céntimos compramos pan, lo cocemos con agua y eso es lo que comemos”.

                El 30 de octubre de 1906, Blas Infante abonará en la Secretaría de la Facultad las tasas correspondientes a la expedición del título de Licenciado en Derecho, tasas que supondrán, ¡nada menos!, que ochocientas ocho pesetas con cuarenta céntimos.

                Sin dejar su trabajo de escribiente en el juzgado de su pueblo, entre 1906 y 1909, estudió con disciplina y sin “preparador”, el programa de las oposiciones a notarías.

                Los ejercicios serán dos. En el primero, teórico, desarrollará durante media hora, un tema de Derecho Civil, común y foral, legislación hipotecaria y legislación notarial. Durante un cuarto de hora, le formularán objeciones a las que habrá de contestar en igual tiempo. En el ejercicio práctico, tendrá que redactar un instrumento público difícil razonando su redacción, con arreglo a los textos legales y resolver una consulta de trascendencia jurídica sobre Derecho civil, hipotecario o notarial y razonar sus fundamentos. Para ayudarse, podrá consultar textos legales. La duración de esta segunda prueba será de ocho horas.

                Blas tenía 21, 22, 23 años. Domó el potrillo de su juventud para mantener  los codos sobre el estudio. Fue tenaz sin ambiente opositor ni universitario que le estimulara.

                El 9 de julio de 1909, la Gaceta de Madrid y el Boletín Oficial de la Provincia de Málaga convocaron oposiciones para treinta días más tarde. Los interesados habían de escoger según su preferencia, de entre las notarías vacantes que se ofrecen. Blas, como aspirante novato, solo podía optar a notarías llamadas de tercera es decir, en localidades de menos de 10.000 habitantes.

                La ocasión había llegado. Tres años de tesón iban a ser juzgados en unas horas. El 12 de julio el Colegio Notarial de Málaga le comunicaba su número de opositor, el 71.

                Con el número 71 aprobó la oposición a notaria un año antes de la edad requerida para ejercer como notario, 25 años. Por ello hasta el 5 de julio de 1910 se demoró la posesión de su despacho.

                La curiosidad le empujaría a su destino: CANTILLANA. Antes de ocupar su puesto al cumplir  los 25 años, conoció, pues,  Cantillana. No era lógico aguantar un año el interés por visitar su primer escenario profesional. Este viaje explicaría su presencia  en Sevilla en los primeros días de mayo de 1909 cuando la apertura por Mario Méndez  Bejarano de los Juegos florales organizados por el Ateneo de la ciudad.

               De sus tres notarías, Cantillana fue la más duradera, vive aquí desde sus 25 a sus 37 años. Su notaría estaba en una casa cerca de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde alquiló una habitación para ejercer su oficio. Vivió en una fonda durante nueve años en a actual calle de Manuel  Jiménez (Cantillana).  A partir de su matrimonio el 19 de febrero de 1919 con Angustias García Parias se traslada a Sevilla su domicilio a una casa en la calle San Pedro Mártir, 15 propiedad de su suegra.

                En los doce años de Cantillana, hubo tiempo para que Blas viviera en fonda, con casa simultánea en Sevilla, en casas sucesivas y , desde luego, en una final a partir de su matrimonio.

Con respecto a sus devengos notariales, ningún notario dejaba de recibir una retribución mínima llamada la “congrua notarial”. Los de primera categoría, anualmente, tenían 7.500 pesetas,  los de segunda categoría entre 5.000 y 4.000 pesetas. Don Blas tenia seguras 3.000 pesetas. Cuando los derechos devengados por los notarios en cada documento autorizado en su despacho (5 pesetas por folios) no llegaban a esa cantidad, el Colegio respectivo cubría la diferencia.

Para comparar… un maestro de la época ganaba escasamente unas 1.000 pesetas al año y un jornalero 90 céntimos el jornal diario.

Blas Infante toda su verdad. Volumen 1.

4.- Granada: Una Leyenda. (1904 – 1906)

4.- Granada:  Una leyenda.  (1904 – 1906)

Viniendo de Málaga. Granada se ofrece en todo el lujo de su hermosura. En los primeros pasos del siglo, la Sierra como tapiz blanquiazul al foro, los 876 metros largos de la Alhambra lanzándose a la Vega en la quilla de su Alkazaba, la colina refulgente del Albaicín pinchado de cipreses, coronaban la ciudad con toda su monarquía. Granada se tendía al pie todavía discreta, sin estorbar las glorias del pasado.

Pero esta vez el viajero seguirá viajando. No deshará del todo su equipaje. Fue una pena: Blas no vivió en Granada. Fue alumno libre. Llegaba en junio para la convocatoria. Repetía en septiembre para otros exámenes. Así dos años para los cuatro cursos normales de la facultad de Derecho.

La crisis económica familiar le privó de la regularidad de las lecciones del claustro, el contacto con compañeros de toda Andalucía y mucha España y del ambiente, el arte, la luz, la historia de la Ciudad que pisaba con la obsesión de los exámenes.

Cursó una materia experimental: la dificultad de ser un estudiante catetillo desconocedor de los criterios y manías de sus examinadores, del desarrollo de los programas, sin biblioteca que consultar y desconocido para los profesores.

El 13 de mayo de 1905 se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, en el curso preparatorio para Derecho, que incluía tres asignaturas: Lengua y Literatura Españolas, Lógica fundamental e Historia de España. En las tres materias obtendrá la calificación de Notable en junio.

Los estudio de Derecho se distribuían en cinco grupos de asignaturas, no en cursos. En septiembre de 1905, obtuvo sobresaliente en Derecho Natural, aprobó Economía Política con el profesor Ramón Guixé Mexías, obtuvo otro sobresaliente con José María Segur Fernández en Derecho Romano y aprobó Derecho Penal en la cátedra de Francisco Leal Ibarra. En la misma convocatoria, notable en Historia del Derecho y en Derecho Político. En Junio de 1906, Guillermo García Valdecasas le honró con la matrícula de honor en Derecho Civil I. Aprobó Derecho Canónico y Administrativo y sobresaliente con Manuel Torres Campos en Derecho Internacional Público. También en junio, con Hidalgo Pérez, fue notable en Procedimientos Judiciales y consiguió otro notable en Internacional Privado y un aprobado con Guixé Mexías y Manuel de la Calle en Hacienda Pública. Por fin en septiembre logró notable en Civil II, aprobó con Hidalgo Práctica Forense y con Antonio Díaz Domínguez fue notable en Derecho Mercantil.

En octubre de 1906, un tribunal compuesto por el Vicerrector Vico y Bravo y los profesores Guixé y García Valdecasas calificaron aprobado sus dos primeros ejercicios de Licenciatura y con sobresaliente el último. Tenía 23 años.

Blas Infante Toda Su verdad. Volumen 1. Enrique Iniesta Coullaut-Valera.

27, 28. La Asamblea de Ronda (1918). Enigmas en Ronda. (1918)

 

La experiencia de verse juntos y oírse era ya una necesidad para los andalucistas. ¿Qué tenían en común realmente? ¿Sintonizarían lo suficiente? ¿Qué significaba para cada uno la palabra “regionalismo”?. La dinámica del grupo al encontrarse,  ¿cuál sería?.

Eran preguntas y dudas que le sonaban dentro a Blas mientras cruzaba el paisaje de la campiña sevillana y los pueblos blancos de Cádiz. Hacia Ronda viajaban sesenta asambleístas desde treinta y nueve puntos andaluces. Todas las provincias. Ceuta. Y Andaluces de Huesca y de Madrid. Cada uno viajaba movido por distintos motivos: Inestabilidad del régimen político vigente,  el desarrollo del Andalucismo, importancia de la Constitución de Antequera de 1883 etc…

Viajar entonces (trasladado por medios y caminos malos, deficiente hospedaje, falta de costumbre) no era lo que hoy. Los sesenta asistentes (rondeños aparte) suponían un éxito.

Los asambleístas más numerosos fueron los 14 de Cádiz y los 12 de Almería, Jaen con 11, Huelva y Córdoba con 5, Sevilla 2, Málaga 2 … A partir de la relación aparecida en la Revista Andalucía, Acosta traza un mapa humano significativo de la asistencia:

1.- Burguesía: Agricultores, comerciantes e industriales……………  18

2.- Pequeña Burguesía: Ingenieros, médicos, abogados etc. ……… 20

3.- Proletariado: Obreros, empleados, carpinteros etc……………… 19

4.- Estudiantes……………… 3

La Asamblea se congregó en el Café Imperial  los días 13, y 14 de Enero de 1918. No hay actas formales sino un par de crónicas o reportajes publicados en la revista Andalucía. Las primeras sesiones se dedican casi a los “ruegos y preguntas”, a un tanteo para tomar el pulso, para que los desconocidos llegados se destapen y descubran lo que entienden por “regionalismo”, “autonomismo”, “patria”… Mientras sobrevuelan por las afirmaciones etéreas, líricas, imprecisas y generales, todo funciona. Cuando el  vuelo rasante aterriza en compromisos… por ejemplo, al pretender concretar la forma de gobierno (monarquía, república), “se convino en aplazar por ahora toda discusión en este punto”.

Están hablando de la estructuración federal de España y acuerdan como propias del “Poder Nacional” todas las competencias. Ello es puro Centralismo. Las competencias autónomas se reducen a algunos poderes en agricultura, obra pública, instrucción y “una caja especial de Hacienda para reformas con especial presupuesto”.

Parece claro: en Ronda no se daban las “circunstancias aconsejables” para nada unánime. La concurrencia era heterogénea como la del arca de Noé y allí no es posible meter la cuchara en lo substancial. Habían acudido gentes de otra guerra. Temiendo ser pocos, admitieron demasiados.

 Uno de los protagonistas de la reunión, Eloy Vaquero, en su libro: “Del drama de Andalucía”, nos dice: “… entre los asistentes, había varios muchachos instruidos, simpáticos pero en la mayor desorientación política; hubieran elaborado algo incoloro y quién sabe si reaccionario, de no remediarlo Infante con mi cooperación…” Desde la inauguración de la Asamblea se dan cuenta de que no van a poder llegar a ningún acuerdo importante, serio y comprometido con Andalucía. Por ello, asumirán el estudio de la Constitución de Antequera de 1883, adoptarán unos importantes planteamientos georgistas sobre la tierra e inevitablemente se verán obligados a posponer cuestiones más importantes para una futura Asamblea que tendrá lugar en Cordoba en 1919.

¿Cómo podrían Vaquero e Infante torear aquella variopinta concurrencia de “núcleos regionalistas” mezclados con miembros del Centro Andaluz y lograr que aprobaran lo que apenas conocían?.  Siempre llamó la atención la cercanía entre las dos citas, la rondeña y la cordobesa. Quince meses.

 

Blas Infante toda su verdad. Volumen 1. Autor. D. Enrique Iniesta.

3. La mirada inolvidable. (1900 – 1904)

Dieciocho. Suena bien. Es la cifra del primer verdor y la primera altura, de la primera inocencia inteligencia.

            Se pisa el arranque de una aventura distinta. De chiquillo a mozo, y del último juego al primer desconcierto. Esa frontera la salta cada uno con paso propio.

            Blas recuerda los años estudiando en Archidona y en Málaga hasta lograr el certificado de bachiller. Está en casa colgado como de una horca. La crisis del 98 ha complicado la pequeña historia de este muchacho y los estudios se han quedado para más felices tiempos. El gobierno crea colonias, colonias interiores, como Andalucía, y protege en las aduanas los textiles de Cataluña incapaces de competir. El algodón es andaluz pero se elabora allí, mientras el campo en que brotó, maltratado, se enciende en hambres y protestas. La situación familiar acusa el golpe.

            Blas trabaja de escribiente en el Juzgado Municipal de su pueblo. Su padre es el secretario y le ha colocado de auxiliar, oficial de chupatintas. “Su trabajo consistía en realizar citaciones (con la ayuda de los aguaciles), presenciar los embargos y los juicios, llevar la burocracia, notificar las resoluciones y atender las delegaciones del secretario. Por Luisa Infante, sabemos que el padre delegó todo su trabajo en su hijo Blas, con lo que éste llevaba el peso del Juzgado de Casares. Así conocerá de cerca los angustiosos problemas de los campesinos, gitanos… en definitiva, los graves problemas del pueblo Andaluz”.

            “Yo conocía aquellas incidencias de la vida jornalera. Me crié entre niños jornaleros, descalzos, hambrientos y casi desnudos. El 80 por 100 de los niños asistían a la escuela pocilga de mi pueblo […] miraban ansiosos las meriendas que comían los pocos niños acomodados. Durante el invierno era un día de fiesta en el hogar, el día en que se comía caliente, el día en que había pan, sal y aceite para cocinar una sopa.

            Los amiguillos de la niñez, varios de ellos jornaleros y gitanos (Frasco, Salao, Rosca y Titaera) cumplían con él más o menos los dieciocho. Otros dieciocho, los suyos, con parecidas ganas compartidas y frustraciones mayores que las de Blas. Sus padres, el padre de esta tropa que lo era “el Compá Minuto y “el Compá Guerra”, andaban entre los protagonistas de los pleitos y los líos de “justicia”. Blas miraba todo aquello y todo aquello se le colaba bien dentro para algún día que él desconoce. Nosotros, no. Porque sabemos su historia y jugamos con los goles sabidos.

            Blas -1904- es el esfuerzo por ir haciéndose. Sus mayores éxitos académicos en el bachillerato le vinieron siempre de las humanidades. Su “Sobresaliente en Historia de España”, sus cuatro notables fueron siempre en letras. Y los dos únicos suspensos de su historial le cayeron en Física y Química y en Historia Natural.

            Se licenciaría en Derecho. Estudiaría en las tardes en que el trabajo del Juzgado le dejara en paz. Su padre le orientaría.

            Y, así, a lo valiente, por libre y por su cuenta, viajando hasta la Facultad en las fechas de exámenes, sería licenciado en Leyes.

            Los viajes fueron a Granada.

            Entonces, Blas, a sus diecinueve, descubrió la Vega verde en que cabeceaban los maíces, las cañas, las choperas, también los gigantes blancos de Sierra Nevada extendieron para él allá la cordillera, y el lujo nostálgico de la Alhambra le dio la primera lección de la victoria, la derrota y el sueño de su Pueblo.

Blas Infante. Toda su verdad. Volumen I

2. Archidona, su colegio (1896 – 1899)

Entre 1896 y 1899 Blasilio Infante es alumno interno del colegio de las Escuelas Pías de Jesús Nazareno de Archidona, en Málaga. La blanca, luminosa Archidona se acuesta sobre la montaña en cuya cima brilla el Santuario de la Virgen de Gracia, la estrella, el norte, la gran protectora de los archidoneses. La pendiente es extrema y la cumbre otea un redondo horizonte sin límites. El desmesurado volumen del edificio escolar destaca en el conjunto del paisaje urbano. Una de las callejas –la calle Colegio- lo atraviesa bajo un arco, puente trazado entre los dos bloques colegiales.

            A los claustros de cal y sol con alzados arcos en los patios de recreo y el otro noble con naranjos, geranios, fuente viva de peces escarlatas centrada en un león con el escudo de la Orden, vuelcan los balcones y ventanas con esos zócalos cerámicos típicos en la arquitectura de las nuevas poblaciones del XVIII con Carlos III. Y arriba la gloria celeste del más enérgico de los azules andaluces. Es sin duda, arquitectura noble, importante, digna vecina de la frontera maravilla que es la Plaza Ochavada.

            En los años fronterizos del 98, la crisis americana acentuó los contrastes: de los 7.336 hijos de Archidona, 6.846 no llegaban a contribuyentes; tal era su nivel económico. Los “síndicos” municipales (defensores del pueblo de aquella hora) exponen al Ayuntamiento finisecular “que ven con dolor cómo los braceros, que se reputan jornaleros, acuden a la limosna por necesidad”.

Eran 470. Y añaden que 368 ciudadanos la pedían sosteniéndose de ella”. Cuando tenían trabajo, los jornaleros archidoneses de aquellos años “gozaban” de un salario de 1,25 al día. Una libra de pan costaba 90 céntimos. Por ello, les era más rentable el jornal de tres reales y  “los avíos” para hacer un gazpacho.

            En 1990 era una delicia el campesino, dichoso con tres reales de jornal y los avíos de ajo, aceite, sal y vinagre para el gazpacho. Era frecuente que los trabajadores se contrataran en la vecina Antequera cuarenta días por cinco reales y un cocido de carne y de tocino sin carne ni tocino (que se comían los manijeros).

            Y por esta vía le llegó a Blasillo Infante la revelación estelar de su vida. Diariamente, en la calle Colegio, por una puerta lateral próxima a las cocinas del centro docente, los escolapios servían a mendigos y jornaleros ( un total de 838 sumaban en el pueblo) la que se llamaba “guiropa”, rancho de patatas y carne.

            El alumnado externo era de 627 hijos del pueblo en educación gratuita (y pública) sin separación ninguna ni en aulas ni “recreos” ni rezos, ninguna, respecto a los 23 colegiales internos entre los que Infante se hallaba. Fotografías de la época, conservadas en el Archivo Colegial, manifiestan la mezcla de jornaleritos y niños “bien” claramente distintos en su atuendo.

            Blas abonaba por ser interno, no por la enseñanza, también para él gratuita. Y era alta la pensión completa (incluidos libros y composturas): 395 pesetas al trimestre. En aquellos mismos años 1896-1900, el sueldo trimestral del oficial mayor del Ayuntamiento era de 304. Y un jornalero (de tener tajo), uno de los padres de muchos condiscípulos de colegial interno, recibía 114 pesetas en igual periodo. El esfuerzo económico de la familia era notable. Ignacio el menor de los Infantes coronaba su educación primaria, reclamaba nuevos gastos. La crisis de 1898 agravaba la situación. Blas Infante dejaría su colegio  archidonés y, con su hermano Ignacio, se matricularía en el Colegio San Rafael, en Málaga capital. Era un centro prestigiado. Allí cursó (1899-1901) los dos últimos cursos del bachillerato.

            Por la calle Colegio, bajo su bóveda, cuesta abajo, va la fila de los internos de los escolapios. La muchachada colegial, optimista por el paseo, salta, ríe, parla y manotea. Son gorriones. Caminan en ternas, lindos con sus uniformes de gorritas con galón dorado que también recorre el pantalón largo de paño azul, como la chaqueta sobre el chalequito blanco de dril y el lazo de corbata y las botitas de charol. Un cura bonetudo a la cabeza, otro a la zaga. Desembocan en la Plaza Ochavada, llena de tiendecitas rurales. Espartillas, pellejos, hortalizas, aperos, almohazas y guarniciones, trajín del mujerío…Apoyados en las paredes, sin gana, con la colilla lacia amarilla de nicotina hombres de gorra jornalera se rascan la cabeza, charlan o dormitan o miran sin ver.

            El “reglamento para los seminarios (así llamaban a los internados) de Escuelas Pías mandado observar en todos los colegios de las dos Castillas y Andalucía” prescribe en su artículo 132 que “el día mensual de Comunión…Cantan al piano la Salve y el Santo Dios” La letra del Santo Dios dice así: “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal. Líbranos, Señor, de todo mal. Por la sal de nuestra frente. Danos pan, salud, danos Fe. Salva al pueblo que perece por tu nombre uno en tres”. En los tres cursos vividos por Blas en el colegio escolapio archidonés, al menos veintisiete y dos veces cantó este himno. Pasados los años, lo reencontró en su estancia como notario en Cantillana: “Durante los crepúsculos inolvidables, oía cantar el Santo Dios a los segadores a la salida y puesta del Sol”

En esa hora divina del amanecer tiene la campiña una pureza casi milagrosa…Por un estrecho sendero, avanza hacia el sembrado una cuadrilla de jornaleros. Entonces, el capataz descubre solemnemente su cabeza, cual si hubiera entrado en un templo, y, grave y sereno, entona un cántico religioso, sencillo y popular: “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal: líbranos, Señor, de todo mal…”

            Levanta luego el sombrero en alto, lo balancea, cual si agitara una bandera, y lo lanza a larga distancia sobre el campo de espigas. Es la señal: los segadores se inclinan sobre la mies y comienzan a cantar y a cortar moviendo las hoces al compás del sagrado cántico. Así van segando hasta llegar al lugar donde cayera el sombrero, reposan y continúan después su labor en silencio.

            El Colegio de Archidona, fundado en 1757, fue una institución popular y también, ilustrada. Sorprende la calidad humana e intelectual de su claustro. Hasta 1860 en que se funda el Colegio de Granada, fue el único de la Orden en toda Andalucía y en sus documentos oficiales era llamado “Aquel lejano Colegio”. Alejado entonces de la Corte y de otros centros calasancios, perdido en las distancias de diligencias nada diligentes, ¿cómo se explica la continuada presencia de escolapios tan cultos?

            En centros así (solitarios y remotos), eran residenciados los inquietos. Archidona era algo así como una “casa de castigo”.

Blas Infante. Todas su verdad. Volumen I

1 Casares (1885)

 

Blas Infante Pérez de Vargas nace el 5 de julio de 1885. Sus padres, D. Luis Infante Andrade y Dª Ginesa Pérez de Vargas Ronio. Nace en el pueblo de Casares (Málaga) donde vive sus primeros años de niñez hasta los once años que ingresa interno en el Colegio de las Escuelas Pías de Jesús Nazareno en Archidona (Málaga).

En sus primeros  años de niñez en Casares, hace referencia a  los Gitanos, campesinos, jornaleros, sus travesuras de chiquillo, sus paseos por los huertos del pueblo, de su abuelo etc…

“… Sierra de Ronda. Mi pueblo está allí, en el extremo levante de una vertiente meridional, anidado como un aguilucho sobre lo alto de un avanzado peñón, mirando de frente eternamente los escarpes de África, sobre el estrecho, percibiendo en su costado el alentar del mar…..”  “….El paraje que lo circunda es un mundo de rocas partidas y de gargantas hondas, de aguas ariscas y grietas fértiles. Mi pueblo,  se asienta milenariamente sobre el nido atalaya de una alta peña de la Serranía … mirando de frente con ojos nostálgicos…. Al Estrecho de Tarifa…”

“… Yo soy del pueblo y, desde la primera infancia he tenido relación con los gitanos. Mis padres tenían un compadre gitano a quien decíamos el compá José, el tuerto. Y los hijos de éste, Frasco, Salao, Rosca y Titaera eran inseparables de mi hermano y míos durante toda nuestra niñez…”

“…Criado entre jornaleros, hijo de un pueblo jornalero, por excelencia morisco o andaluz, desde que nací había vivido y mamado en los pechos de mi pueblo, la espantosa tragedia de la Andalucía secularmente martirizada. Allá en mi Sierra de Casares, durante los crepúsculos inefables, contemplaba yo a los campesinos caminando a lo largo de sendas pedregosas, después del trabajo agobiante, de sol a sol, empapados por el sudor en el verano y por la lluvia en el invierno. Volvían macilentos, apagados, retorciendo en los labios el cante que no era más que la pronunciación dolorosa de una tortura en la propia entraña. Los cantaores de mi pueblo no cantan para agradarse a sí mismo sino para liberar su pena prisionera; no se escuchan a sí mismos sino a su pena, una pena muy honda y que surge con motivo de cualquier pena…”

“…Resulta imposible no añorar aquellas juergas en el interior de las tabernas y aquellos paseos por las huertas, sumergidos en el oro de los soles, de los que tan amicísimos eran nuestros padres. Pues, siempre la copla, la copla flamenca siempre, la esencia de la copla flamenca viniendo calladamente a la fluencia de nuestras almas de cristianos Nuevos, expresando o besando las intimidades de nuestra alma morisca. ¡ Energías acordes que vibraban en el temblor de las cuerdas que resonaban heridas por las uñas, heridas por la poderosa pulsación de aquel gran tocaó nuestro, el Cojo Cáhló…”

“…En la casa del abuelo Ignacio Pérez de Vargas Salas, después de las noches de estudio, iba yo a acomodarme sobre el pretil de la galería para recibir diariamente el amanecer. Y era yo en esos instantes un callado, intenso anhelo de ser. Amanecía sobre la cortadura profunda de la fresca albarrada, frente a aquel puerto de nuestra Sierra agreste….”….”

Enrique Iniesta –

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