IdIA

Carta a los políticos catalanes… y andaluces

Artículo de opinión, Cara y cruz del Andalucismo, Cartas Andaluzas

        Distinguidos señores: Sabemos que son políticos lo que, ya de entrada, les confiere carácter. Sabemos también que sus manifesta­ciones públicas contra los andaluces son necedades dichas al calor de unas elecciones o como recurso fácil para agradar a su electorado más cerril. Pero quisiéramos informarles que estamos un poquito hartos.

         Cada vez que necesitan dar explicaciones sobre lo mal que hacen las cosas o lo mal que les van las cosas (según su particular punto de vista), utilizan la muy manida excusa de echarle la culpa a los anda­luces de lo que les pasa a ustedes.

         Verán ustedes, un andaluz, además de ser el charnego que les ayudó durante el franquismo a crear la moderna Cataluña, es un ciu­dadano que vive (por ahora) en el mismo país que ustedes, por lo tanto (teóricamente) tiene los mismos derechos y se le debe el mismo respeto.

         El andaluz no es, repetimos no es, la causa de todos sus males, ni el muñeco de pim, pam, pum al que se dispara cuando no hay otra cosa que hacer. Y, por supuesto, un andaluz no es, repetimos no es, alguien inferior a ustedes. Ni es más tonto, ni más flojo, ni habla peor que ustedes. Como tampoco somos mejores ni peores, sino diferentes. ¿Lo entienden?

         Los políticos catalanes, soléis quejaros amargamente porque con vuestros impuestos pagáis a los improductivos trabajadores andaluces que están todo el día en los bares. Esta sandez solamente se puede decir desde dos vertientes: o desde el más estúpido desconocimiento o desde la intención más aviesa. Por si se trata de lo primero, permítan­nos que les hablemos de algo conocido como el “Efecto sede”.

         Verán ustedes, cuando un andaluz paga el importe de su recibo mensual de electricidad – la electricidad que utiliza para trabajar y producir en Andalucía – más el IVA que lo acompaña, y lo hace con un dinerito que le ha costado mucho esfuerzo reunir, el importe abonado viaja a Barcelona… acompañado de sus impuestos correspondientes. Si ese mismo currante utiliza en su trabajo un teléfono móvil de la gran multinacional española, el gasto de este, junto a sus impuestos no lo olvidemos, se marcha para Madrid. Y si ese consumidor andaluz tiene una cartilla de ahorros en cierto banco cuyas iniciales empiezan por B y terminan por A, los impuestos que se carguen en dicha cuenta, aña­didos a las comisiones, intereses, gastos, mantenimientos, etc., se irán camino de Bilbao.

 ¿Lo entienden? Pues bien, esto es lo que se llama “Efecto Sede”.

         Las grandes empresas tienen su sede – su domicilio social – en las principales capitales del país y allí van a parar los impuestos de los productos o servicios que les compramos. Por lo tanto, en esas ciu­dades se pagan muchos más impuestos que en las demás y los ciudadanos que viven en ellas pueden presumir de que aportan más al Estado que otras zonas del territorio. El que ha trabajado para producir el impuesto y luego lo ha pagado, queda como un subvencionado y el que lo recibe, trabaje o no, como subvencionador.

 Para que lo comprendan mejor: si un día esas empresas – las gordas – decidieran trasladar sus sedes a un pueblo abandonado – sin habitantes – de la provincia de Soria y de allí trimestralmente salieran las declaraciones de IVA, las retenciones de IRPF, los impuestos de sociedades, etc., resultaría que ese pueblo estaría subvencionando a todo el Estado. Sería el pueblo más trabajador de España… aunque no tuviera un solo habitante.

 ¿Lo entienden? Como muy pocas empresas – de las grandes – tienen su sede en Andalucía, aquí recaudamos poco y, por lo tanto, aunque paguemos muchos impuestos, aunque se lleven por la cara el dinero ganado con nuestro esfuerzo y sudor, siempre seremos unos “subvencionados”.

 Hemos observado que las oficinas bancarias que más crecen en esta tierra tienen en sus rótulos palabras catalanas. Curioso e incom­prensible este despliegue, si, según vuestra opinión, por estos lugares ni se trabaja ni se produce, sólo se sobrevive a base de ayudas públicas que malgastamos en los bares. Y pensamos nosotros: seguramente abrirán sucursales porque les interesa el dinero del subvencionado andaluz. Y, claro, no podemos por menos que preguntarnos: ¿Qué ha­cen los bancos catalanes con nuestro dinero? ¿Los beneficios del ahorro andaluz se invierten en Andalucía?

De todas formas, si los políticos catalanes se enfadan por la cantidad de impuestos que se abonan en Cataluña, podemos darles una pronta solución: Dejamos de consumir productos catalanes. De esa manera ya no pagarán más IVA, ni abonarán grandes cantidades en IRPF. Una pequeña campaña en la televisión andaluza promo­cionando el autoconsumo – algo nada extraño, ustedes lo hacen con frecuencia – y el problema catalán encontrará una rápida solución. 

 Una vez aclarado este punto a los políticos catalanes, permí­tannos dedicar el último párrafo a los calienta escaños nacidos en Andalucía.

 Ya sea en Madrid o en Sevilla, ustedes representan a millones de andaluces. Sabemos que no creen en su tierra y que únicamente encuentran en esta representación un medio para vivir… y vivir bien. Para sus señorías lo de nación, lengua, patria e identidad son florituras, poesía que diría el Séneca. La pela es la pela. No obstante. ¿Quieren una ley revolucionaria para proponerla en el infrautilizado Parlamento de Andalucía? Ahí va, por si algún político se atreve a plantearla: Andalucía recibirá el 58 % del IVA y el 58 % de los impuestos espe­ciales que los ciudadanos abonen en su territorio. O dicho de otra forma: que el dinero pagado en impuestos revierta en el territorio que lo ha generado y no vuele al territorio donde la empresa facturadora tiene su sede social.   

 Les aseguramos que nadie, nunca más, volvería a llamar flojo y subvencionado al pueblo andaluz. 

Autor: Tomás Gutier.

Libro “Cara y Cruz del Andalucismo” (Autores: Tomas Gutier/Manuel Ruiz)