Queridos indignados: ¿Dónde estabais cuando os necesitamos?

               Los autores de este libro tenemos una edad algo superior a la que desearíamos. Una parte de nuestra vida ha transcurrido en una execrable dictadura, sin libertad, sin justicia y con nulo respeto a los derechos humanos, durante el resto hemos padecido un régimen don­de esa libertad, esa justicia y esos derechos humanos se encontraban ostentosamente plas­mados en documentos teóricos, pero su falta de práctica nos asfixiaba como ciudadanos.

         Han sido muchos años sufriendo esta opresión y luchando contra ella. Mucho tiempo denunciando la falta de democracia real, los enga­ños de la clase política, el poder de los mercados y de la especulación financiera, los abusos de los banqueros, la nula representatividad de los elegidos en votaciones, la omnipresente corrupción y el conven­cimiento de que democracia no es votar cada cuatro años.

         Gritos en el vacío. Durante estas eternas décadas el sistema se ha mantenido intacto sin sufrir la más mínima erosión, con el apoyo y el aplauso del pueblo que se sentía feliz viviendo en “democracia y libertad”. Por si esto no fuera bastante, los corruptores del régimen han contado con la inestimable ayuda de dos cómplices importantes y básicos. En primer lugar, quienes expresaban su “asco por la política” sin posibilitar otras opciones alternativas y apostaban por quedarse en casa o integrarse en ONGs que no cuestionaban el status vigente sus­tituyendo la justicia por la caridad y, en segundo lugar, quienes con su acción u omisión permitían la continuidad del sistema movidos por es­purios intereses materiales. Copartícipes en el fraude, culpables del daño.

         Ahora, un anciano francés ha gritado “indignaos” y las plazas de las principales ciudades se han llenado de personas que se autodeno­minan “los indignados”. Bien está lo que bien comienza, aunque no debemos olvidar la sentencia de Bertrand Russell: “El grado de nues­tras emociones varía inversamente a nuestros conocimientos de los hechos. Mientras menos sabes, más enfadado te pones”.

         ¿Hay conocimiento en vuestra indignación? ¿Es una indignación meditada y sopesada o ha sobrevenido de improviso? ¿Me indigno por­que me ha tocado a mí? ¿Existe un diseño para el después? ¿Vamos a destruir la casa antigua sin tener siquiera los planos de la nueva? ¿Si yo no tengo casa que nadie la pueda tener?

         Conocemos perfectamente lo que es la indignación. Nos hemos llevado muchos años indignados mientras luchábamos contra la des­honra consentida y la mentira permitida, junto a cuatro malditos idea­listas, solos, desesperados, malmirados, criticados, incomprendidos…

 Años de oprobio, generaciones perdidas mientras unos se mos­traban cómodamente asqueados y otros contemporizaban con el régi­men. Ahora, y sin poder valorar si es tarde o no, comprobamos que los jóvenes han tomado la calle y los jubilados les apoyan.

 Lo pequeño es hermoso titulaba un libro que allá por los años setenta nos invitaba a cambiar el mundo desde nuestros pequeños gestos. Pensar globalmente, actuar localmente, en eso estamos de acuerdo con el 15M. La mejor forma de defender el Amazonas es comenzar por el Guadalquivir y, claro, sin quedarnos sólo ahí. No podemos ser ciudadanos del mundo si renunciamos a nuestra ciudadanía andaluza. Una buena manera de apoyar causas nobles es ejercer como andaluz de conciencia. Y, si actuamos como tales, necesariamente devendremos en universalistas (de ahí la controvertida expresión de Infante “nacionalismo antinacionalista” referida al anda­luz). Nosotros, como él afirmaba, también somos “amigos de todas las revoluciones”. La política es parte de nosotros porque nosotros somos la herramienta de cambio y su objetivo mismo. Y, hablando de política, permitidnos un consejo: mucho cuidadito con la manipulación política, la independencia se percibe como uno de vuestros mejores argu­mentos.

 Bien, está bien la revolución ciudadana, aunque nos parezca algo tardía, de todas formas, más vale tarde que nunca. Claro que, todo este movimiento ciudadano tendría mucha más credibilidad si hubiera te­nido lugar en los tiempos de bonanza, cuando se ataban los perros con longaniza, los políticos manejaban el presupuesto de forma descon­trolada, los especuladores danzaban a su aire, los banqueros pre­paraban la “crisis” y quienes cuestionábamos el sistema nos sentíamos despreciados.

 Bien, está bien, estamos con vosotros, os apoyamos y valo­ramos, aunque nos quede un punto de amargura y nos sigamos preguntando:  

 Indignados. ¿Dónde estabais cuando os necesitamos?

Autor: Tomás Gutier.

Libro «Cara y Cruz del Andalucismo» (Autores: Tomas Gutier/Manuel Ruiz)