La Bulla
Rafael Sanmartín
El insulto y la intolerancia, recursos de los pobres (de mente)
¿En qué piensa la Junta de Andalucía?
Cómo puede lucir la Medalla de Andalucía quien, en lenguaje de tribu barriobajera se permite insultar a Andalucía, ó llamar a Blas Infante «botarate e imbécil integral» entre otras «lindezas»? La ¿historiadora? falla o miente cuando acusa a los almohades de ser los «cafres más cafres» hasta los talibanes. Imposible ser más cafre que la buscadora de publicidad gratuita a costa de insultar a quien vale mucho más que ella, quien la emprende contra «el Día de Blas Infante», ignorante, la pobre, que el 28 de febrero no es el Día de Blas Infante, sino el Día (oficial) de Andalucía en recuerdo de un referéndum dónde el 98 por ciento de los votantes exigieron el máximo nivel de Autonomía para Andalucía, el día en que, contra sus enemigos, quedó impuesta como Comunidad Histórica. Pobre mujer, toda una profesora desconoce la obra de Blas Infante, mucho más extensa que el limitado reducto craneal de la premiada con una Medalla de Andalucía.
¿En qué pensaba la Junta, cuando la otorgó? ¿En qué piensa? Ya sólo falta que su defensa consista en decir que se le discute «por ser mujer».
Llamar «botarate» e «imbécil integral» a quien defendió la igualdad hombre-mujer cuando eso era impensable, que defendió a los niños y peleó activamente contra el trabajo infantil, que obtuvo las simpatías y apoyo de los cenetistas por su defensa de los trabajadores, que defendió mejorar los métodos de agricultura, que planteó la forma de obtener financiación para el campo y para crear industria de transformación agraria, que se adelantó a su tiempo, es mucho más que unos insultos. Es una falta de respeto a la verdad, a la historia, a la cultura, al decoro, lo que denota su supina ignorancia y a quienes han trabajado por todos durante toda su vida. ¿Cómo puede permitir el gobierno, que debería ser de todos los andaluces, que semejante figura envenene a sus alumnos con proclamas políticas de ultraderecha, contra la existencia misma de la Comunidad Autónoma de Andalucía?
Debería ser obligatorio saber, al menos para quien ostenta un título universitario y encima la premian con una medalla de Andalucía —eso, indignamente, no lo rechaza— que el color verde de la bandera de Andalucía es muy anterior a la llegada de los almohades, que es el color de la esperanza y el blanco es el de la paz. Que los almohades no debían ser tan incultos como la conferenciante pues en vez de destruir, construyeron; entre otras obras el alminar que sus «adorados» invasores castellano-leoneses odiaban tanto como lo odia ella y proyectaban derribar por ser una torre mora. En una cosa acierta: la enseñanza es una correa de transmisión; en efecto: todavía vivimos muchos miles a quienes se nos obligaba a cantar el Cara al Sol, añoranza que debe tenerla en vilo y que, sin duda, le satisfaría mucho más que el canto a la paz que es el Himno de Andalucía. La Comunidad que, por más que le pese, fue adelantada en la antigüedad clásica, en la Edad Antigua, en la Media, en la Moderna y dejó de serlo por la labor destructiva de los gobiernos españoles que, desde el siglo XIX se han dedicado a despojarla de industria, de cultura, de historia y de identidad, para que gente como ella puedan celebrarlo torciendo la realidad, insultando con la más basta, mezquina y miserable imitación de reality, o sea: con su chabacana falta de estilo.
En esta carrera de la ultraderecha por restaurar las condiciones que condujeron a un golpe de Estado, discursos incendiarios contra las instituciones y los símbolos de Andalucía en la mejor línea abascaliana, buscan aportar su esfuerzo para retrotraernos ochenta y cinco años, como muestra que son del «inefable» espíritu intolerante propio de la más rancia y casposa actitud anti progreso humano.