Blas Infante Pérez de Vargas nace el 5 de julio de 1885. Sus padres, D. Luis Infante Andrade y Dª Ginesa Pérez de Vargas Ronio. Nace en el pueblo de Casares (Málaga) donde vive sus primeros años de niñez hasta los once años que ingresa interno en el Colegio de las Escuelas Pías de Jesús Nazareno en Archidona (Málaga).

En sus primeros  años de niñez en Casares, hace referencia a  los Gitanos, campesinos, jornaleros, sus travesuras de chiquillo, sus paseos por los huertos del pueblo, de su abuelo etc…

“… Sierra de Ronda. Mi pueblo está allí, en el extremo levante de una vertiente meridional, anidado como un aguilucho sobre lo alto de un avanzado peñón, mirando de frente eternamente los escarpes de África, sobre el estrecho, percibiendo en su costado el alentar del mar…..”  “….El paraje que lo circunda es un mundo de rocas partidas y de gargantas hondas, de aguas ariscas y grietas fértiles. Mi pueblo,  se asienta milenariamente sobre el nido atalaya de una alta peña de la Serranía … mirando de frente con ojos nostálgicos…. Al Estrecho de Tarifa…”

“… Yo soy del pueblo y, desde la primera infancia he tenido relación con los gitanos. Mis padres tenían un compadre gitano a quien decíamos el compá José, el tuerto. Y los hijos de éste, Frasco, Salao, Rosca y Titaera eran inseparables de mi hermano y míos durante toda nuestra niñez…”

“…Criado entre jornaleros, hijo de un pueblo jornalero, por excelencia morisco o andaluz, desde que nací había vivido y mamado en los pechos de mi pueblo, la espantosa tragedia de la Andalucía secularmente martirizada. Allá en mi Sierra de Casares, durante los crepúsculos inefables, contemplaba yo a los campesinos caminando a lo largo de sendas pedregosas, después del trabajo agobiante, de sol a sol, empapados por el sudor en el verano y por la lluvia en el invierno. Volvían macilentos, apagados, retorciendo en los labios el cante que no era más que la pronunciación dolorosa de una tortura en la propia entraña. Los cantaores de mi pueblo no cantan para agradarse a sí mismo sino para liberar su pena prisionera; no se escuchan a sí mismos sino a su pena, una pena muy honda y que surge con motivo de cualquier pena…”

“…Resulta imposible no añorar aquellas juergas en el interior de las tabernas y aquellos paseos por las huertas, sumergidos en el oro de los soles, de los que tan amicísimos eran nuestros padres. Pues, siempre la copla, la copla flamenca siempre, la esencia de la copla flamenca viniendo calladamente a la fluencia de nuestras almas de cristianos Nuevos, expresando o besando las intimidades de nuestra alma morisca. ¡ Energías acordes que vibraban en el temblor de las cuerdas que resonaban heridas por las uñas, heridas por la poderosa pulsación de aquel gran tocaó nuestro, el Cojo Cáhló…”

“…En la casa del abuelo Ignacio Pérez de Vargas Salas, después de las noches de estudio, iba yo a acomodarme sobre el pretil de la galería para recibir diariamente el amanecer. Y era yo en esos instantes un callado, intenso anhelo de ser. Amanecía sobre la cortadura profunda de la fresca albarrada, frente a aquel puerto de nuestra Sierra agreste….”….”

Enrique Iniesta –

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